Por Edna Jaime
Se dice que la tradición de conocimiento oral es la que se transmite entre generaciones a través de la palabra. Los viejos transfieren sus vivencias a los jóvenes y así se construye una cadena de conocimiento para que los recién llegados a la vida pública o social no partan de cero.
Nosotros hemos sido pésimos comunicadores de nuestras experiencias a los más jóvenes, por eso no se aprecia el enorme esfuerzo que hicieron generaciones anteriores para transformar al país. Siendo yo muy joven, me quedaba muy claro que ser mexicana de clase media había sido posible por años de paz social, crecimiento económico sostenido y acceso a educación universitaria pública de calidad de uno de mis padres. Estos componentes hacían posible girar la rueda de la movilidad social. Pienso que el régimen de entonces era muy hábil en comunicar y socializar sus resultados. Era un elemento que le permitía reproducirse porque le proveía de enormes dosis de legitimidad. Esto es, de la comunicación intergeneracional se encargaban el propio gobierno y partido en un esquema suave de adoctrinamiento, porque el progreso le ayudaba a comunicar el porqué de su permanencia en el poder. Pienso que muchas personas de mi edad recordamos aquella época de nuestra niñez como una de grandes logros. La época dorada del desarrollo estabilizador.