Por Edelmira Cárdenas
Como terapeuta, he sido testigo de la profunda dualidad que muchas mujeres experimentan en su vida emocional y sexual. La gran mayoría vivimos momentos que, como diría mi querida Daniela Romo, nos hacen exclamar: “¡Que vengan los bomberos, que me estoy quemando!”. Pero, con el tiempo, es común observar cómo una mujer puede “apagarse”, sintiéndose desconectada de su vitalidad, deseo y autenticidad. Este apagamiento no es solo un estado emocional: es una experiencia tangible que se manifiesta en la falta de satisfacción en la vida íntima y personal. A menudo, su origen radica en las expectativas externas, las presiones sociales y el agotamiento emocional.
Sin embargo, en medio de esta aparente quietud, existe un fuego latente que ansía ser reavivado. Esa parte de la mujer que anhela ser escuchada y reconocida busca la oportunidad de expresarse plenamente, de recuperar su esencia y su poder. No intento brindar el A, B, C de cómo empoderarse y provocar la chispa que encienda el fuego interno, pero sí quiero mostrar algunas formas de reconocer y reavivar ese deseo profundo, que ayude a las mujeres a redescubrir su magnificencia.
El primer paso es el reconocimiento del deseo interno a través de la autoexploración. Este es un ejercicio crucial para el autoconocimiento. A través de prácticas como la meditación, la escritura reflexiva o la introspección, las mujeres podemos comenzar a identificar lo que realmente deseamos y sentimos. Este proceso de autodescubrimiento no solo clarifica anhelos, sino que también fomenta una conexión íntima con nosotras mismas, creando un espacio fértil donde el deseo puede florecer.
También es fundamental liberar expectativas. Vivimos en un mundo lleno de exigencias, requerimientos y listas interminables de peticiones externas: desde los estándares de belleza hasta los roles de género. Para reavivar el deseo interno, es necesario dejar de lado esas expectativas y permitirse ser auténtica. La autocompasión y el amor propio son esenciales en este camino. Al aceptar y celebrar quienes somos, comenzamos a soltar el peso que nos impide brillar.
Reconocer y celebrar la belleza, tanto interna como externa, es un acto poderoso. Esto puede lograrse mediante el cuidado personal, el ejercicio o simplemente disfrutando momentos de alegría y conexión con otros. La belleza se halla en la autenticidad y en la aceptación plena de uno mismo, y celebrarla puede ser el catalizador del despertar del deseo.
Reavivar el fuego a través de la exploración libre de la sexualidad también puede ser profundamente liberador. Esto puede incluir experimentar nuevas prácticas, abrir canales de comunicación con la pareja —si se tiene la suerte de contar con una— o buscar la auto-satisfacción. La sexualidad es una expresión integral de la identidad femenina, y explorarla con curiosidad permite reconectar con el deseo.
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