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Por Diana Murrieta

En México, cada año, miles de niñas y adolescentes se ven forzadas a vivir una realidad que ninguna debería tener que enfrentar: ser madres a una edad temprana.

Según los datos más recientes, en 2024, más de 56,000 niñas menores de 16 años dieron a luz en el país, una cifra que no solo es alarmante, sino profundamente dolorosa y que da a la reflexión. Este fenómeno, lejos de ser aislado, es el reflejo de una violencia estructural que afecta principalmente a las niñas y adolescentes de comunidades vulnerables, perpetuando la desigualdad, la pobreza y la falta de acceso a derechos como la educación y la salud.

Los embarazos infantiles en México no son el resultado de tradiciones o usos y costumbres como algunos intentan justificar. Son, en su mayoría, una manifestación de violencia sexual. Muchas de estas niñas son víctimas de abuso por parte de hombres adultos, situación que podría haberse prevenido con una educación sexual integral desde la infancia y con políticas públicas que protejan sus derechos; también con el reconocimiento de los mismos como lo que son, violencia. Sin embargo, en lugar de recibir el apoyo que necesitan, estas niñas se ven atrapadas en un ciclo de violencia que les arrebata su infancia y, con ella, un futuro libre de violencia.

Este tema plantea un tema necesario de derechos humanos. Cada vez que una niña se ve obligada a ser madre, se le niega la oportunidad de vivir una infancia plena, de estudiar, de disfrutar de su derecho a decidir sobre su cuerpo y su vida. Estos embarazos forzados no sólo la exponen a riesgos de salud, como complicaciones graves durante el embarazo y el parto, sino también a riesgos psicológicos, pues muchas de estas niñas tienen que enfrentarse a una nueva realidad sin el apoyo adecuado y muchas veces, sin entender las consecuencias.

La solución a esta problemática no está en aplicar medidas punitivas que solo profundicen la victimización de las niñas, sino en generar un cambio estructural que las acompañe y les dé las herramientas necesarias para decidir sobre sus vidas.

Necesitamos un enfoque preventivo, basado en la educación, el acceso a servicios de salud y el fortalecimiento de políticas públicas que promuevan la igualdad de género y protejan a las niñas.

Es aquí donde entra la labor de organizaciones como Girls Not Brides México, una alianza global que lucha incansablemente por erradicar los matrimonios y uniones infantiles, tempranas y forzadas (MUITF). Desde esta organización y sus alianzas, se trabaja por transformar la realidad de miles de niñas que son forzadas a unirse o casarse, brindando apoyo y buscando soluciones integrales a esta problemática.

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