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Por Desireé Navarro

La historia de Jaqueline Palmeros es un canto por la búsqueda de justicia en un país donde el número de desaparecidos no deja de crecer, donde la historia de las madres buscadoras se convierte en el día a día de miles de mujeres que, ante la ausencia de Estado de Derecho en México, toman las riendas del destino de sus familias, convirtiéndose en heroínas anónimas.

Conocí la historia de Jaqueline durante una conferencia que impartió la Comisión de Búsqueda. Poco tiempo después, la invité a una entrevista para mi podcast Es Posible Morir de Amor. Fue ahí cuando narró que su hija Monserrat Uribe Palmeros desapareció en julio de 2020 en la alcaldía Iztapalapa de la Ciudad de México.

Su lema: "¿Por qué las buscamos? Porque solo nosotras las encontramos" es único. A diferencia de otros colectivos, el "porque solo nosotras las encontramos" es una confrontación directa a la autoridad negligente, una serie de palabras que nos duelen como país y que nos invitan a una reflexión profunda sobre ese México violento y feminicida que para el Estado no existe.

Desde el día 1, Jaqueline salió con pico y pala, y con el dolor en el pecho, para impulsar brigadas de búsqueda, solicitando que las autoridades les dieran la certeza de buscar a sus desaparecidos. Fundó el colectivo Una Luz en tu Camino, que, en ese momento, reunió a 34 familias que buscaban a sus seres queridos.

En todo momento, la respuesta de la autoridad hacia Jaqueline siempre fue negligente y poco empática, siempre caracterizada por respuestas vagas y sin contundencia, que más que aliviarla en su dolor de madre, hicieron más grande el calvario que atravesaba, una historia que escuchamos todos los días en las fiscalías rebasadas de nuestro México.

Recientemente me enteré que, en una de sus búsquedas en el Ajusco, en la zona sur de la capital mexicana, Jaqueline finalmente localizó los restos de su hija Monse. Este hallazgo ocurrió durante la cuarta brigada regional Ajusco, en noviembre de 2024.

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.