Por Cristina Gutierrez Salman
El pasado viernes 13 de junio, el gobierno de Israel inició una ofensiva contra Teherán y otras ciudades de Irán, atacando principalmente las instalaciones nucleares y otros objetivos militares de ese país. La denominada Operación León Naciente ha resultado en la muerte de figuras clave de las Fuerzas Armadas de Irán y científicos destacados de su programa nuclear y, según el gobierno de Benjamín Netanyahu, es “un duro golpe a la capacidad del régimen iraní para adquirir armas de destrucción masiva”. Las Fuerzas de Defensa Israelíes han justificado el inicio de esta ofensiva aludiendo a la amenaza que el desarrollo del programa nuclear iraní representa para la seguridad y la supervivencia del estado hebreo, aún cuando no han presentado evidencias de que efectivamente Irán estuviera cerca de lograr un arma nuclear.
Como era de esperarse la reacción del gobierno de Teherán no tardó en llegar e Irán ha lanzado decenas de misiles y drones contra Israel, la mayoría de los cuales han sido interceptados por los sistemas de defensa israelíes. Hasta el jueves 19 de junio se estima que más de 200 personas han muerto en Irán por la ofensiva israelí, en su mayoría civiles, mientras que 24 personas han muerto en Israel por los lanzamientos de misiles desde Irán.
La ofensiva de Israel en Irán se produce justo en un momento en que Teherán y Washington retomaban las negociaciones que buscaban limitar el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de algunas sanciones económicas impuestas por Estados Unidos. El ataque del gobierno israelí a Irán ha saboteado dichas negociaciones argumentando que sus acciones fueron “en defensa propia” porque temían un futuro ataque nuclear por parte de Teherán. Aún cuando no se sabe con certeza que Irán estuviera cerca de obtener un arma nuclear y por lo tanto no existía una amenaza inminente para Israel, la retórica manejada por el gobierno de Netanyahu gira, como es costumbre, en torno al victimismo perenne del estado de Israel; ellos iniciaron la ofensiva contra Irán pero actuando siempre en defensa propia.
La rivalidad entre Israel e Irán existe desde hace décadas y ha representado una de las principales fuentes de inestabilidad en Medio Oriente. Para Israel siempre ha sido un objetivo primordial acabar con el programa nuclear iraní y el mismo ministro Netanyahu ha afirmado en varias ocasiones a lo largo de los últimos 30 años que Irán está cerca de conseguir su bomba. Entonces, ¿por qué atacar justo en este momento en que Estados Unidos estaba en pláticas con Irán para negociar y limitar el desarrollo de su programa nuclear? Sin duda, e independientemente del trasfondo de sus objetivos, la ofensiva israelí en Irán se presenta como una distracción sospechosamente oportuna en el contexto de la guerra en Gaza.
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