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Por Claudia Pérez Atamoros

 No sé si la regla de tres será pero… El domingo pasado falleció Tongolele

La del nombre exótico, la del hablar peculiar, la rumbera gringa, la que hizo del movimiento de caderas un escándalo en México. Tongolele, la que provocó el uso y abuso del tongolelismo  como sustantivo y adjetivo. Como apelativo despectivo. Y como arte en el movimiento de caderas.

Pocas figuras en la historia del cine mexicano han sido tan controvertidas, vapuleadas y señaladas como Tongolele. Su solo nombre evoca imágenes de bailes de caderas sensuales para unos, vulgares para otros. Más que bailarina, más que  actriz, más que vedette de antros, Tongolele fue el  símbolo de lo exótico, de enseñar su cuerpo y mostrarlo tan sexual como se le diera la gana.

No fue sino hasta que el cine de rumberas irrumpió en las pantallas cinematográficas que a la mujer se le vio con “poca ropa con demasiada frecuencia”…y en ese contexto Tongolele arremetió con su energía y erotismo y explotó como un fenómeno arrollador. Su debut cinematográfico fue en 1948 en la cinta  Nocturno de amor y ahí dejó claro que había llegado para arrasar, para partir plaza.

Tongolele se consolidó como la reina del exotismo en la época de oro del cine mexicano. Fue la última exótica en llegar a la industria cinematográfica en nuestro país. Su magnetismo era innegable: la melena negra con su lunar plateado y sus ojos intensos y profundos hipnotizaron a los varones y las mujeres reconocieron en ella un “no sé qué” que emanaba libertad.  

A diferencia de las otras 5 rumberas, Tongolele era “gringa”. Cuatro cubanas ( María Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Amalia Aguilar y  Rosa Carmina quien, por cierto aún vive y tiene 95 años); y sólo una mexicana, Meche Barba. 

Desde su mismísimo debut, Tongolele se convirtió en la mujer fatal, la diosa inalcanzable, en esa “extranjera misteriosa” que traía consigo un aire de peligro y fascinación en cuyo baile predominaba la conexión más primitiva con el ritmo, algo que hasta entonces no se había visto pese a la sensualidad de cada una de las llamadas rumberas.

Tongolele con los años se convirtió en una especie de actriz de culto y se adaptó rápidamente al cine de terror y ciencia ficción. Las mujeres pantera (1967) y Muñecas peligrosas (1969) glorificaron su figura al realizar papeles de sacerdotisa o bruja…

Su impacto trasciende al celuloide. Sigue siendo un referente en la cultura pop, inspiración  para cineastas y artistas visuales, y un ícono de una era de la cinematografía nacional.  Sirvió también de musa a escritores y fue el sueño húmedo de toda una generación.

Y sin embargo…la periodista María Fernanda, muy leída por aquellos años (1949)  y con un prestigio importante, escribió que Tongolele “es  una bailarina sin brillo –que no sabe cantar, bailar ni actuar– hasta que la publicidad adecuada e inteligente destacó ciertos atributos en ella que despertó una curiosidad morbosa en el elemento masculino… la fantasía erótica hecha realidad.” Y luego añadiría algo muy de avanzada para la época al proponer que así como los hombres asistían a los centros nocturnos, las mujeres debían de poder contar con lugares en donde se dieran espectáculos de desnudismo para ellas. Su idea era que “la mujer moderna también pudiera sentir la cachondería, al igual que el hombre, en espectaculos dirigidos solo para el sexo femenino.” 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.