Por Carmen Sánchez
En México, las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) nos hemos convertido en actores imprescindibles en la defensa de los derechos humanos, especialmente en los contextos donde el Estado ha fallado en cumplir con sus obligaciones de protección, justicia y reparación integral del daño.
Esta afirmación no es una consigna, es un hecho cotidiano. Las OSC, muchas de ellas constituidas como asociaciones civiles o fundaciones, surgen para atender lo que el sistema estatal ha ignorado o abandonado por completo. Y esto es particularmente evidente cuando se trata de mujeres, niñas, niños y adolescentes víctimas de violencia de género.
Mientras muchas instancias gubernamentales se quedan en lo simbólico o en discursos vacíos, las organizaciones trabajan desde la raíz del problema. Acompañan a las víctimas no sólo con atención psicológica o asesoría legal, sino caminando con ellas en su lucha por la justicia. Son espacios de refugio y escucha, pero también de resistencia y construcción de alternativas.
Además de esta labor de acompañamiento directo, muchas OSC también inciden en la creación y modificación de leyes, políticas públicas y marcos normativos. Su objetivo es claro: transformar las estructuras que perpetúan la violencia y la desigualdad. Su trabajo no es reactivo, es profundamente estratégico. No sólo responden al daño, también buscan evitar que se repita.
Y, sin embargo, estas organizaciones enfrentan múltiples obstáculos: amenazas, criminalización, desinformación, falta de financiamiento y, sobre todo, la indiferencia del Estado. Muchas operan con recursos limitados y con el riesgo constante de cerrar. Lo que las mantiene vivas es el compromiso colectivo, la solidaridad entre comunidades y, en muchos casos, el dolor personal de quienes las fundaron, mujeres que han vivido en carne propia la violencia que hoy combaten.
A pesar de este contexto adverso, las OSC no pretenden sustituir al Estado. Muy por el contrario: buscamos articular esfuerzos, exigir políticas públicas eficaces y contribuir desde nuestra experiencia al diseño de soluciones reales. Lejos de ser una oposición, somos una propuesta. Acompañamos cuando las víctimas se sienten solas y desprotegidas, cuando las puertas institucionales se cierran o las respuestas oficiales no llegan.
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