Por Bárbara Tijerina
Ayer fue la toma de protesta del presidente Donald Trump; es su segundo mandato y se presenta de una forma totalmente distinta al año 2017 cuando parecía que una persona ajena a la política resultaba el presidente de Estados Unidos.
El presidente, a partir de hoy, en su pasado fue un presentador de televisión que sabe cómo comunicar y conectar con la gente. Si algo hay que reconocerle a Trump son sus habilidades de comunicación, su lenguaje sencillo y su lenguaje no verbal han sido coherentes y por ello ha logrado posicionarse como un alfa.
¿Qué es una alfa? Es el líder de la manada, es aquel que en el reino animal elige el resto de los animales porque considera que su mayor tamaño o mejor visión garantiza la supervivencia de la especie. El alfa baja los niveles de estrés del grupo porque se sienten protegidos con su dirección.
Trump ha logrado posicionarse como ese macho grande y fuerte que sabe cómo llevarlos a todos a un mejor destino.
Obama representaba el carisma y la oratoria exitosa, Biden fue el regreso a la moderación estética y política, ahora Trump regresa al poder pero no es el mismo que en 2017. Sus fotos, sus posturas, su lenguaje no verbal han cambiado, llega más territorial.
Como Napoleón que decía que buscaba la grandeza porque lo grande es bello, Trump sigue esa misma estrategia de mostrarse grande y poderoso. No sonríe tan frecuentemente, pues la sonrisa es una señal de apaciguamiento, es una forma de decir no represento una amenaza para ti.
El año pasado, 225 psiquiatras declararon en el New York Times que observan en Trump las cualidades de una persona con un trastorno de personalidad narcisista y algunos agregaron maligno.
Algo importante a tomar en cuenta es que las personas con trastornos de personalidad difícilmente cambian.
Entre las características descritas para el trastorno de personalidad narcisista están: grandiosidad, relaciones personales explosivas, necesidad de admiración constante, impulsividad, incapacidad para resistir la crítica, además de carecer de empatía que es la capacidad de mirar al otro y saber qué sienten, porque su atención es sobre ellos mismos, tanto así como el Narciso de la mitología que murió ahogado después de contemplar su imagen en un lago.
Su lenguaje no verbal es congruente con esa imagen del alfa, tiene posturas amplias, usa el dedo de batuta que significa aquí mando yo y utiliza la pinza con la mano que es un signo de precisión.
Arranca este período de Trump y además de todas estas características, lo que sabemos de él es que es impredecible.
Pero si sigue la trayectoria de Napoleón le puede suceder que en su necesidad desmedida de aprobación y admiración lo lleve a decisiones riesgosas como el conquistador francés que perdió el rumbo.
Finalmente hoy está logrando el sueño de todo narcisista, que el mundo entero esté observándolo con miedo.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
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