Por Bárbara Anderson
Una reunión confidencial entre las autoridades de comercio de México y Estados Unidos en el Foro Económico Mundial de Davos de 1990 tuvo un efecto multiplicador que ningún analista económico (ni las propias autoridades de la región) pudieron predecir.
Como una mojarra que quiere comerse a la ballena, nuestro país propuso al mayor mercado del planeta ser socios, eliminar las barreras del comercio bilateral y crear una región de libre comercio que permitiera tener reglas claras entre dos socios obligados a convivir geográfica e históricamente.
Si bien formalmente las negociaciones comenzaron hasta un año después y en el camino Canadá levantó la mano para sumarse como tercer pilar de este bloque económico, lo cierto es que este mes seguramente será de fuertes recuerdos para Jaime Serra Puche (el por entonces secretario de Comercio) y su par del otro lado de la frontera, Carla Hills.
Hace 35 años, en esa nevada ciudad suiza, Serra Puche trataba de convencer a la funcionaria americana que era una oportunidad histórica, una coyuntura global que podrían aprovechar a su favor. Acababa de caer el muro de Berlín, se estaba por inaugurar la Unión Europea y se re ordenaba un mapa de comercio mundial donde China ni siquiera estaba en los apuntes de Nostradamus.
Tras la larga negociación -que incluso sobrevivió a la llegada de Bill Clinton a la presidencia de EU- el 1 de enero de 1994 se puso en marcha un mecanismo de comercio trilateral que hoy mueve 3,6 millones de dólares (mdd) por minuto. Y si solo consideramos a México y Estados Unidos, se trata de 1,5 mdd en ese micro lapso de tiempo, es decir 2,160 mdd por día.
Volviendo en el tiempo, en enero de 1994 comerciamos entre ambos países solo 100 mdd al día.
Cuando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) entró en vigor en enero de 1994, el mundo conoció la zona de libre comercio más grande de la orbe.
Hoy, los tres países juntos conforman la región más dinámica del planeta, con casi un tercio del PIB mundial y más del 16% del comercio total de mercancías de un bloque económico con más de 500 millones de personas.
Pero, viendo en perspectiva, enero parece ser un mes complicado para este tratado.
En 2017 juraba Donald Trump por primera vez y con su llegada a la Casa Blanca puso al TLCAN al borde del abismo. El ‘peor tratado de la historia’, como él lo llamaba, se abrió por primera vez en 23 años y tras una compleja renegociación se convirtió en el T-MEC y entró en vigor en 2020.
Las vueltas del destino pusieron nuevamente al mismo presidente en la Casa Blanca y una de las promesas de campaña de Trump fue poner en duda el libre comercio -otra vez- y prometer imponer aranceles a los dos socios del tratado y sus principales socios comerciales (nosotros y Canadá). Muchos no creen que el acuerdo alcance a llegar sin más magullones a la primera revisión que está calendarizada para julio de 2026.
El próximo 20 de enero es una fecha bisagra para el comercio trilateral: asume en su segundo mandado Trump y ha dado señales de ponerle su firma a las amenazas. También fue una fecha histórica el 1 de enero de 1994 cuando entró en vigor.
Como lo fue aquella reunión privada en Davos enero de 1990 cuando México se animó a cambiar su manera de relacionarse con Estados Unidos, a poner reglas claras y a cambiar la economía de una manera radical.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autoras y son absolutamente independientes a la postura y línea editorial de Opinión 51.
Comments ()