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Por Areli Paz

Amistad: ese sentimiento incondicional que nos hace afines a ciertas personas, esa fortaleza que nos hace sobrellevar la vida con todos sus colores. 

Ese espacio de complicidad que nos une con personas que aman, disfruten o tratan de explicarse la vida.

Amistad es estar en buenas y malas. En las malas más. Ya que en las buenas todos quieren estar con ese brillo. 

Perdón: solicitud no escrita para nosotros mismos, es lo más doloroso tener que reconocer un error y enmendarlo.  

Solicitud en acto para los de junto a aquellos que lastimamos directa o indirectamente. 

Que levante la mano el que jamás se ha equivocado. 

El que jamás ha hecho un mal comentario, la que jamás ha escrito algo insensato, el que jamás ha criticado, la que jamás ha escuchado un chisme y lo ha contado. 

Si el pasado nos alcanzara, nadie saldría bien librado. 

Todos tenemos historias que no nos gusta recordar, en donde sufrimos, en donde nos avergonzamos, en donde no fuimos correctos, leales, educados, pero sí groseros, negligentes o retadores.

Si fuéramos una sociedad perfecta no nos costaría tanto trabajo adaptarnos a lo diferente. 

La redes se han convertido en un foco público de odio, de abuso, discriminación, golpe al autoestima y mentiras. Lo que era comunicación democrática al alcance de todos ha dejado salir nuestras peores versiones. A todos. Nadie se escapa, no lo digo yo, lo dice la realidad de una humanidad que avanza sin avanzar, que se ha vuelto unipersonal y que valora el éxito en la cantidad de likes, dinero y followers que se logran. 

En la vida real los humanos igual que en la red vamos buscando cariño, cuidado y reconocimiento de eso que somos y pensamos. 

La ficción de la red  con la verdad de la vida,  se cruzan cuando quedamos expuestos con nuestros malos y buenos pensamientos.

Todos hemos visto en los últimos días un debate brutal por los mensajes discriminatorios o violentos de la actriz española Karla  Sofía,  los mensajes vertidos son lamentables, de ser hechizos mucho más, lo interesante es que quienes la señalan también lo hacen con insultos, con descalificación, con discriminación y odio. Mucho odio, incluso celebración de verla caer.  ¿Eso los hace mejores personas? 

Nunca será defendible un mal trato de ninguna forma, nunca será defendible o justificable un abuso. Nunca será justificable la discriminación.  Nunca será buena señal un mensaje con la intención de dañar. 

Pero el odio de ida y vuelta no suma a construir mejor. 

Lo importante del debate público es que la  comunicación en las redes ya no es un asunto privado, ya no es lo que se quiera decir, ya no es “así pienso, qué les importa y me vale”, el meollo del asunto es que la red tiene la potencia de construir o de destruir vidas, por eso es tan importante frenar, de un lado y de otro.  Por eso es tan importante hacer introspección de nuestros propios mensajes y hacernos responsables de lo que públicamente hacemos y decimos. 

Si somos honestos y honestas sin pasar por encima de la ley, los humanos  merecemos segundas, terceras o cuartas oportunidades, hasta ser los mejores humanos. No lo digo yo, lo dice la ciencia, la redención, el perdón y la resiliencia siempre serán la mejor forma de reconstruir una sociedad a partir de sus diferencias, de sus buenos y malos pensamientos. 

Desde el anonimato de la red podemos decir y hacer lo que sea, reconocer errores y enmendarlos es el reto. 

Mujeres al frente del debate, abriendo caminos hacia un diálogo más inclusivo y equitativo. Aquí, la diversidad de pensamiento y la representación equitativa en los distintos sectores, no son meros ideales; son el corazón de nuestra comunidad.