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Por Ana Paula Ordorica

Queridos ciudadanos estadounidenses, como ciudadana mexicana, vengo desde lo que para ustedes sería el futuro y les puedo decir varias cosas sobre lo que ocurre actualmente y ocurrirá en adelante en su país. 

En México, como saben, hemos tenido décadas de un partido hegemónico. Salvo un pequeño periodo de alternancia en el ejecutivo federal (2000-2018), nos ha gobernado primero el PRI y actualmente Morena – que no es más que el PRI pero con otro nombre y otros colores. Ambos son partidos atrapatodo, así que la ideología es lo de menos. 

Para que Morena pudiera llegar al poder y para crecer hasta tener actualmente 24 gubernaturas y mayorías en ambas Cámaras, ha aceptado a todos los políticos que han tocado sus puertas, sin importar reputación, historial o experiencia. La única exigencia ha sido jurar lealtad ciega e incondicional al fundador de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Esto es algo que pueden entender muy bien ustedes porque es lo mismo que exige Donald Trump de quienes trabajan en su gobierno: lealtad absoluta y jamás un cuestionamiento. 

Si ustedes están confiados en que sus instituciones democráticas y la separación de poderes serán diques para defenderse de un presidente que olvida que ganar elecciones no es igual a un cheque en blanco, les tengo noticias. En México pensábamos que el Poder Legislativo era un contrapeso porque evitaba que el Ejecutivo pudiera cambiar la Constitución a su antojo. Y sin embargo, en una maniobra tramposa, Morena y sus aliados se hicieron de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y después compraron y extorsionaron senadores para lograr lo mismo en la Cámara Alta. Algo similar a lo que los republicanos han venido haciendo a través del gerrymandering para ganar distritos – y con ello escaños.

En México, el Judicial representaba un contrapeso más efectivo pero ahora acabamos de ser testigos de un golpe de estado a este poder, disfrazado de ejercicio democrático simplemente porque llamaron al voto popular. Aunque ya comienza Trump su andanada contra el Poder Judicial, la cosa se va a poner más complicada. De ello no tengan duda. Trump verá adversarios en los jueces que le frenen sus acciones ejecutivas. Y querrá terminar con ellos. Apelará a sus simpatizantes para preguntar si la toga es más poderosa que los votos.

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