Por Ana Cecilia Pérez*
Un día cualquiera, abrimos una aplicación para pagar el gas, revisamos un saldo, firmamos con la cara, ponemos la huella, damos click en "acepto". Y todo eso, sin saberlo, queda registrado.
Pero esta vez no hablamos solo de algoritmos comerciales. Hablamos del Estado mexicano. Uno que ahora puede tener acceso a tu rostro, tus huellas, tus llamadas, tus mensajes, tu ubicación, tus registros médicos y hasta tus compras... sin avisarte. Y sin que nadie lo supervise.
¿Exagero? Ojalá. Pero no. En las últimas semanas, el Congreso aprobó leyes que permiten que autoridades como la Guardia Nacional, la SSPC o el CNI accedan legalmente a todo tipo de bases de datos personales, en tiempo real, y sin necesidad de una orden judicial. Es el sueño de cualquier sistema de vigilancia. Y la pesadilla de cualquier democracia.
La CURP biométrica será obligatoria. Para obtenerla, deberás registrar tu rostro, tus huellas, tu firma, tu iris. Tus hijos también. Sin eso, pronto no podrás hacer trámites escolares, bancarios o de salud. Y si alguien roba esa identidad, no hay plan B: no puedes cambiar de cara ni de huellas.
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