Por Aideé Zamorano
La historia de Lucca es ya la película más vista en Netflix, y a mí me dejó un sinsabor difícil de ignorar, el abandono sistémico a las familias en México se tenía que poner en blanco y negro.
- “Mi moral dicta que necesito tu visto bueno”, le escribí por WhatsApp a Bárbara Anderson, seguido de algunas notas de voz.
- “Me encanta”, recibí como respuesta, junto con una serie de datos.
Los dos hemisferios de Lucca no es solo la historia de una madre (y un padre) que no se da por vencida. No voy a confundir la valentía de Bárbara y Andrés con la falta de presupuestos públicos para atender a las personas con discapacidad en mi país.
Producciones como esta deben aportar a la agenda pública y visibilizar las violencias estructurales que, una a una, ilustra la obra de Mariana Chenillo, directora de la película.
No es una "madre coraje" ni una "madre luchona", como he leído por ahí. La escena de Bárbara cargando sola a Lucca por un pasillo es la representación gráfica del peso que implica la inexistencia de un sistema de cuidados. Cuidar es un trabajo que sostiene la economía de los países, pero es invisibilizado y no pagado, asumido en su mayoría por las mujeres ante la incompetencia del Estado. No, el amor no fue la única herramienta que Bárbara y Andrés utilizaron para mejorar la vida de su primogénito. Debe ser frustrante saber que aunque el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI señala que en México hay 6,179,890 personas con algún tipo de discapacidad, no existe un protocolo de acompañamiento integral para el paciente y sus familiares.
Vivir con discapacidad en un país sin un sistema de cuidados universal significa que el destino está determinado por el nivel socioeconómico y las oportunidades de la familia. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2020, el 49.5% de las personas con discapacidad en México vivían en situación de pobreza, es decir, aproximadamente 4.1 millones de personas.
Además, el 10.2% de esta población vive en pobreza extrema. ¿Qué esperanza hay para mejorar cuando el acceso a tratamientos médicos depende del patrimonio familiar? La intersección entre pobreza y discapacidad sólo profundiza las desigualdades en lugar de reducirlas con políticas públicas efectivas.
Hablemos de las personas que cuidamos
Se me revolvió el estómago cuando Bárbara es despedida, un reflejo cruel de cómo el mercado laboral castiga a quienes asumen responsabilidades de cuidado. Su despido no es un caso aislado, sino parte de un sistema que penaliza a las madres trabajadoras y perpetúa la desigualdad de género en el empleo. Las empresas siguen reforzando la idea de que el trabajo de cuidados es una barrera profesional.
Me encanta encontrar organizaciones que asumen la corresponsabilidad de los cuidados, pero esta vez me quedé con las ganas.
La "penalidad por maternidad" existe, principalmente porque seguimos confundiendo amor con cuidados y con maternar. Esa confusión se refleja en las entrevistas laborales, cuando sutilmente te preguntan: "¿Quién estará con tus hijos mientras trabajas?". Se oculta tras la incompetencia del Estado para asignar presupuestos para la redistribución, el ejemplo más claro es la inexistencia de una licencia por paternidad.
En el Ranking de Mamá Godín, durante cinco años he encontrado que solo una de cada diez plazas de empleo está ocupada por una mamá y la historia de Lucca ilustra bien el porqué de estos números, ya sea para hijos “estándar” o para hijos con discapacidad, el trabajo de cuidados no remunerado representa el 26.3% del Producto Interno Bruto (PIB) de México, equivalente a 8.4 billones de pesos, según el INEGI. Este porcentaje supera el aporte económico de la industria manufacturera y el comercio en el país. Hay que recalcar que 71.5% de este trabajo lo realizamos las mujeres sin reconocimiento ni retribución económica ¿ya se entiende el por qué sólo una de cada diez mamás trabaja en la formalidad?
Es hora de que el Estado asuma su papel y garantice sistemas de cuidados que no dependan del sacrificio de las familias, sino de un compromiso con el bienestar colectivo.