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Por Adela Navarro Bello

Fernando Salgado Chávez es un personaje muy cercano al poder en Baja California. Aunque públicamente se mueve con un bajo perfil, su influencia la viven y la padecen otros empresarios de la región, particularmente en Tijuana, Rosarito y Ensenada.

Originario del puerto de Ensenada, dicen quienes lo conocen que es dado a ser la mano que mueve los hilos, o la cuna de la política, lo cual logra a partir de invertir recursos en campañas políticas. En el puerto bajacaliforniano estuvo muy ligado al gobierno de Armando Ayala, quien a su vez fue señalado —incluso ante la hoy alcaldesa Claudia Agatón— como quien obstaculizaba obras y desarrollos por no llegar a acuerdos financieros de manera  extraoficial.

En Baja California, hace unos 15 años, Salgado Chávez hizo amistad y compadrazgo con quien sería el fiscal general del Estado, Ricardo Iván Carpio Sánchez. A raíz de esa relación, la esposa del exfiscal, Anakaren Sánchez Rodríguez, aparece como directora financiera de la empresa INTL Builders Inc., que dirige Salgado y que compró la casa en Rancho Santa Fe en la que se exhibió la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda (y su familia cercana) en redes sociales.

Para darse una idea de la estrecha relación entre Salgado y Carpio, basta decir que la esposa de este último es lo que en Estados Unidos se conoce como CFO (Chief Financial Officer), es decir, la responsable de gestionar las finanzas de la empresa.

En Rosarito, cuando el ayuntamiento era encabezado por Araceli Brown, el encargado de Desarrollo Urbano, Enrique Díaz Pérez —refieren empresarios de la construcción— tenía dos jefes extraoficiales: uno, el notorio por haber sido detenido por narcotráfico en 2009, Candelario Arceaga “El Cande”; y el otro, Fernando Salgado Chávez.

Pero cuando esa administración en el quinto municipio terminó, esos poderes fácticos migraron a Tijuana.

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