Por Rosa Covarrubias
Cuando Caster Semenya comenzó a destacar en 2009 en las pruebas de medio fondo del atletismo, las miradas cayeron sobre aquella niña de 18 años. Fue durante el campeonato mundial de atletismo en aquel año, tras ganar la competencia de los 800 metros con dos segundos de ventaja, cuando el viacrucis de Semenya comenzó.
Los señalamientos por parte de otras atletas, medios de comunicación y de la gente de pantalón largo acerca de su género, orillaron a la Federación Internacional de Atletismo –llamada actualmente World Athletics- a someter a la atleta sudafricana a una prueba de género.
“Llegué a la cita médica esperando que me hicieran una prueba de drogas para mejorar el rendimiento. En cambio, a los 18 años, tuve mi primer examen ginecológico“ escribió Semenya en el ensayo de opinión Running in a Body That 's my own, publicado por The New York Times en 2023. En este mismo texto dio a conocer que fue hasta ahí que se enteró que era XY, que tenía testículos no descendidos, altos niveles de testosterona y que, para continuar compitiendo debía someterse a una cirugía para extirparlos.
La carrera más importante para Caster aún no comenzaba. Entre estudios médicos, viajes, competencias, Juegos Olímpicos, en los que ganó la medalla de oro en 2012 y 2016 y un sinfín de etcéteras, en 2018, la IAAF, ahora World Athletics, en la búsqueda de tener competencias más equitativas en la rama femenil, implementó regulaciones sobre los niveles de testosterona en pruebas de 400, 800 y 1500 metros, algo que impactó directamente en la carrera de Semenya ya que debía tomar medicamentos para reducirlos.
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