Por Lourdes Encinas Moreno
De acuerdo con el Boletín Mensual de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación, tan sólo entre enero y mayo de 2025 se registró la estancia de 11,306 niñas, niños y adolescentes en situación migratoria irregular en México. Además, un informe del Programa de Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana, en coordinación con la Agencia de la ONU para los Refugiados en México, reporta al menos 28,900 personas desplazadas internas en 2024, debido principalmente a eventos masivos de violencia.
Hoy cedo mi espacio a Tita, una niña mexicana que no sólo es una estadística, sino el testimonio vivo de lo que implica el desplazamiento forzado y la migración:
Me dicen Tita, en realidad soy Nicolasa, pero mi hermanito no podía decir mi nombre. Yo vengo con mi mamá y mi papá, mis hermanos son 5 todos hombres, soy la única mujer y la más grande, ya tengo 13 años, por eso me toca cuidarlos a ellos, desde chiquitos, porque nosotros tuvimos que salir de nuestro pueblo en Chiapas hace mucho.
Me dolió mucho dejar la casa y los animalitos, porque vivimos violencia, éramos muy pobres también, no salimos por pobres, salimos porque una Compañía llegó y nos quitaron todo, obligaron a mis papás y a más gente que dejaran el pueblo, éramos pocos, pero a todos quitaron sus casas para hacer lo que ellos querían.
Quiero acordarme quien soy porque hemos vivido en muchos pueblos para poder irnos a los Estados Unidos, mis papás dicen que podemos estar mejor.
Perdimos la casa, a veces también la esperanza, yo por eso le pongo colores a lo que vivo porque dicen que los colores dicen lo que tu vives, a veces los silencios me hacen recordar, sí, recordar los árboles que me despidieron y que yo jugaba con ellos cuando iba a traer el agua para la casa. Así la memoria se pinta de azul, rojo o amarillo según; a veces negro.
Rodrigo mi hermano más chico que yo habla del miedo, del cambio de los pueblos, del desierto, yo le digo que el miedo es como lodo seco que nos hace olvidar los nombres, y nosotros queremos estar juntos, así como los bosques.
Mis hermanos más chiquitos intentan entender en otro idioma, mis papás hablan casi siempre el idioma, por eso casi no hablan los niños mucho español. A veces se olvidan las risas, los olores, como Javiercito que siempre se confunde porque es muy chiquito aunque su corazón es muy grande.
Mis pies han llorado la muerte y el olvido, los pájaros que he visto y no sé nombrar.
Hemos tenido problemas, porque se nos olvidan las cosas y a nosotros nos olvidan también, perdemos nuestras casas al pasar a otro pueblo, no tenemos todos los documentos, porque mis hermanos chicos nacieron en otros pueblos, y mis papás no tienen sus papeles, porque cuando ellos eran chiquitos mataron a sus papás, a mi mamá la llevaron unos vecinos y ahí trabajaba, no sabe si se llama como le decían en esa casa, porque nunca tuvo los papeles y ya grande conoció a mi papá a él lo cuidaron pero luego tuvo que trabajar solo para mantenerse y ya conoció a mi mamá y así siempre andamos juntos.
Yo no he ido a mucha escuela, porque he tenido que trabajar para ayudar a mis papás. A veces me daba miedo hablar donde iba porque no sabía decir hola y se reían de mí o el maestro me regañaba porque no hablo mucho español.
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